Ideal para los meses de invierno, la fabada es uno de los platos estrella de la gastronomía asturiana. Para su preparación se necesita tiempo, pero el resultado merece la pena. ¡Ponte manos a la obra con esta receta!
La noche anterior a la preparación, remojamos las fabes en un bol con agua fría. Que el agua tape bien las alubias.
Si queremos remojar la panceta, se puede hacer desde la víspera o la mañana de la cocción durante un par de horas.
En una cazuela grande ponemos todos los ingredientes: las fabes y la panceta, previamente escurridas, los chorizos y morcillas, y el laurel. Cubrimos de agua hasta 2 dedos por encima del contenido.
Ponemos a fuego fuerte. Entre este rato y hasta que empiece a hervir, vamos eliminando de la superficie con una espumadera las impurezas (y espumas) que va soltando el guiso.
En cuanto comience a hervir, le echamos un chorrito de agua para relajar la cocción y bajamos el fuego. Dejamos que se cocinen a fuego lento durante 2 horas aproximadamente. De vez en cuando, con cuidado, movemos la cazuela para que se integren los ingredientes y sabores. Evitamos remover con cucharas ya que las fabes se rompen fácilmente.
Pasado el tiempo de cocción, probamos algunas fabes y si están tiernas apagamos el fuego y las dejamos reposar un rato, mínimo 1 hora.
Antes de servir, retiramos los embutidos y la panceta y los cortamos en rodajas.
Colocamos un pedazo de cada embutido en los platos y servimos las fabes.
Llegó el momento de saborear la fabada.
Las legumbres, las fabes en este caso, son un alimento nutricionalmente denso, rico. Aportan mucha fibra, proteínas de origen vegetal e hidratos de carbono.
Al añadir las morcillas, los chorizos y la panceta, aumenta la cantidad de grasa de la receta de forma importante. Es por esto que, se considera un plato de consumo ocasional. Aunque, no por ello, menos disfrutable.
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